Esquema del proceso de investigación en psicoanálisis

La investigación en psicoanálisis, ha tenido y tiene características muy particulares debidas a que su objeto de estudio, el hombre, en términos genéricos, la conducta en términos particulares y la motivación inconsciente en términos específicos, así lo determina.

Compartimos al objeto “hombre” con el resto de las disciplinas antropológicas-sociales, a la “conducta” con la psicología, pero hacemos de lo “inconsciente” nuestro objeto de estudio lo que define nuestra identidad disciplinaria.

Tenemos pues, un objeto de estudio, y un método de estudio, que presenta caracteres particulares que requieren de alguna reflexión.

Es claro que uno de los caracteres de nuestro método es la historicidad y esto lleva a la primera reflexión histórica acerca de las vicisitudes de la investigación psicoanalítica. La teoría psicoanalítica se desarrolló a partir del hecho clínico –del “estudio de casos” diría Grawitz (1975)-, de los cuales se extraen inferencias, que permiten formular “modelos de la mente” (Gedo y Goldberg, 1973), hipótesis metapsicológicas que a su vez se imbrican en conceptualizaciones más amplias que constituyen la teoría general del psicoanálisis donde se encuentran el concepto del determinismo psíquico, la teoría instintual, el concepto de líneas de desarrollo, la teoría de la adaptación etc. Así la estructura de la teoría transita de lo inductivo a lo deductivo, del hecho observable al modelo, a la teoría general y de regreso a las predicciones del cambio conductual, y a la explicitación de las determinantes inconscientes de fenómenos humanos que varían desde lo anormal hasta las más puras creaciones del arte, la ciencia y la civilización sin descuidar, desde luego, la conducta individual, familiar y grupal.

Freud definía al psicoanálisis como una teoría de la mente, como una forma de tratamiento de alteraciones emocionales y como un instrumento de investigación. En sus tres aspectos ha tenido un proceso de desarrollo, que no necesariamente han seguido un curso paralelo. Su desarrollo teórico se ha desplegado en un amplio abanico que a veces sorprende y confunde, y a veces da esperanza. Como tratamiento, paradójicamente ha permanecido más estacionario, aunque en los últimos veinte años, se ha comenzado a aplicar, primero tímidamente y luego con entusiasmo desbordante a condiciones que antes se visualizaban fuera de su alcance; pero sin duda donde el psicoanálisis se ha desarrollado con más lentitud ha sido en la investigación, donde se ha tropezado con las dificultades inherentes que se han ido mostrando reacias a ser superadas.

La primera tarea de investigación a la que se vio confrontado el psicoanálisis fue la comprobación de la validez de sus propias hipótesis. Aquí se corría y se corre el peligro de la circularidad; dado que la hipótesis se extraía a partir de una inferencia de los datos observados. Era relativamente fácil encontrar de vuelta los datos que reafirmaban la hipótesis: “Uno encuentra al complejo de Edipo, porque lo está buscando”. Esta circularidad se agrava por el hecho de que el registro y la interpretación de los datos, es en la mayor parte de los estudios psicoanalíticos, realizado por el mismo sujeto en un ambiente privado, imposible de replicar, donde además los datos referentes son signos verbales, o corporales a los que se le asignan significados en función del código particular de quien realiza el estudio.

El “estudio de casos” o N=1 permite pues una valoración muy parcial y con dificultades como prueba de las premisas básicas del psicoanálisis; lo cual no le resta valor en la enseñanza de la técnica, ni en la generación de ideas acerca del cómo y por qué se produce el cambio terapéutico.
Se han buscado y encontrado otras opciones para probar la validez de algunos enunciados básicos del psicoanálisis, desde los esfuerzos pioneros de Kubie (1952), utilizando sujetos animales para estudiar el desarrollo de los instintos, la hipnosis para el concepto del inconsciente, hasta los estudios de Hebb et al. (1949) en deprivación sensorial para probar algunas hipótesis metapsicológicas en relación a la autonomía del ego, y la realización de correlatos neurofisiológicos que dan sostén a algunas premisas fundamentales del psicoanálisis.
El segundo reto al que se ha enfrentado el psicoanálisis como investigación es probar la eficacia de su técnica de tratamiento. Como señala algún crítico del psicoanálisis, para bien o para mal, casi todas las formas de psicoterapia, excepción hecha las conductuales, encuentran su origen, aunque sea remoto, en el psicoanálisis, lo que hace fundamental el investigar sistemáticamente los resultados terapéuticos de éste. Tal tarea se ha abordado desde dos estrategias principales:

La primera utiliza un modelo de investigación pre y post, donde se realiza una valoración antes del tratamiento y otra después de éste, contrastándose los resultados. Este tipo de investigación, comúnmente de grupos pequeños, tiene el inconveniente de que la evaluación se hace por el mismo investigador, lo que puede conducir a distorsiones debidas a elementos inconscientes. El uso de “instrumentos” para la evaluación como pruebas proyectivas, no escapan a esa misma interferencia. La otra estrategia que se ha utilizado es la de grupo control versus grupo en tratamiento. Este tipo de estudios que más se han realizado para probar que la psicoterapia psicoanalítica no es más efectiva que cualquier otro tratamiento. En este tipo de estudios las desventajas son evidentes: es muy difícil definir el concepto de “mejoría”, igualmente es difícil aparear adecuadamente el tipo de problema con el que se está investigando, y es aún más difícil equiparar las técnicas empleadas por cada terapeuta. En general estos estudios se hacen con grupos grandes y los resultados son más bien inconsistentes. Las estrategias descritas se han sofisticado, tratando de controlar las variables para determinar qué peso puede tener alguna variable en especial dentro del proceso. Así, por ejemplo se ha llegado a destacar que un elemento central en la mejoría con la psicoterapia, independientemente de la corriente teórica, radica en la personalidad del terapeuta, definida ésta en términos operacionales. Este es un campo en el que no se ha dicho la última palabra y donde hay investigadores trabajando en forma sistémica.

El psicoanálisis como herramienta de investigación se avoca también al estudio de los fenómenos humanos y cómo influir en ellos evitando así el desarrollo de conflictos patológicos de mayor envergadura. En este sentido el psicoanálisis ha desarrollado un método donde en una situación experimental preformada, denominada encuadre o setting, donde se controlan las variables extrañas como lugar, tiempo, duración, actividad de los participantes, etc., se da una actividad de observación de un fenómeno conductual “libremente asociado” que se registra, tomando particular atención al seguimiento de respuestas espontaneas dentro del observador, tratadas éstas como variables a valorarse, en conjunto con las manifestadas por el sujeto.

Estas observaciones se codifican para darles un sentido en función de un contexto teórico que se nutre no sólo de la repetición dentro del proceso, sino de estudios de conducta grupal en condiciones semejantes, en estudios de campo, en condiciones de laboratorio etc.; es decir se hacen hipótesis tentativas acerca del qué o cómo se ha determinado el fenómeno observado. De estas hipótesis se desprende una intervención dentro del proceso, por parte del investigador, que promueve una respuesta o reacción del sujeto. La hipótesis-intervención lleva implícita una superposición del efecto que va a causar en la conducta del sujeto, predicción que puede conceptualizarse tan abstracto como: “Que haya yo donde antes había ello” o tan concreta como “Que la persona deje de golpear a sus hijos”. De la predicción posterior. La aplicación sistemática de la estrategia permite avanzar paso a paso en la comprensión de un fenómeno multideterminado y elegir la opción de intervención más eficaz para obtener los efectos deseados.

Una estrategia de este tipo que implica hermenéutica del acto, una comprensión de su significado más allá de lo concreto es lo que distingue a la investigación psicoanalítica del resto de investigaciones en ciencias sociales.

BIBLIOGRAFÍA
Gedo, J. y Goldberg, A. (1973) Modelos de la mente. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1980.
Hebb, D. O. (1949) The Organization of Behavior: A neuropsychological Theory. New York: Wailey.
Kubie, L.S. (1952) Validación y progreso del psicoanálisis. En El psicoanálisis como ciencia. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1969.

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